Parto: ¿por qué el movimiento es tan importante?

 

El parto: antes de estar embarazada, la única imagen de mujer pariendo con la que estaba más o menos familiarizada era la de los personajes de las películas. La escena va más o menos así: la mujer con cara asombrada / asustada rompe aguas. Sigue una carrera en coche casi saltándose todos los semáforos rojos hasta llegar corriendo al hospital donde, en dos minutos y después de cómicas imprecaciones contra su marido, fuertes respiraciones por la boca y dos empujones, el niño nace. La mujer está SIEMPRE tumbada e inmóvil. Fin de la historia y vivieron todos felices.

En el mundo que existe fuera de la pantalla, ya durante el embarazo empiezas a darte cuenta de la necesidad constante de movimiento que tiene tu cuerpo durante la gestación. Es como si te lo pidiese casi constantemente, para estar más equilibrado. Básicamente si no te mueves empiezan las contracturas y las dolencias. Y no estoy hablando de ir a correr una maratón o trepar montañas sino simplemente de empezar a escuchar a tu instinto. Es una voz interior que te guía a elegir determinadas posturas en vez que otras, a estirar el cuerpo, a querer caminar.

El parto es una danza ancestral entre dos corazones que han estado dialogando durante 9 meses y ahora colaboran para que el niño salga a la luz.

Y es que el movimiento es un elemento real y muy presente en un parto. El niño se mueve y gira sobre su eje mientras desciende a través del pubis de la madre. Pero su madre a la vez le indica el camino adoptando posturas más cerca de la tierra, caminando, poniéndose a cuatro patas, balanceando su pelvis. Es una danza ancestral entre dos corazones que han estado dialogando durante 9 meses y ahora se coordinan para que el niño salga a la luz.

Pues, estos movimientos instintivos, claramente en una secuencia más limpia y organizada, son los que exploramos durante las clases de Yoga Prenatal. Partimos cerca del suelo, porque sentimos la tierra como el soporte más cercanos. Nos balanceamos y activamos la pelvis. Estiramos los laterales del cuerpo, abrimos caderas, damos un descanso a las lumbares y los hombros. 

De aquí pasamos a las cuatro patas y poco a poco subimos hacia una posición de pie. Aquí tomamos conciencia de la fuerza de nuestras piernas, su presencia, con la posición de la diosa. Así caminamos, bailamos, nos balanceamos, experimentamos con nuestros sentidos del equilibrio y la propiocepción. Nos divertimos con nuestro bebé en una danza en dos.

Después de esta fase más activa, volvemos a descender hacia la tierra de forma gradual, hacia la calma. Aumentamos nuestra resistencia y fuerza mental a través de nuestras meditaciones activas. Aprendemos a relajarnos aún más con nuestro “Canto de las As”, el Canto Carnático. Poco a poco vuelve la tranquilidad y solo queda una sensación de paz y conexión con el bebé que está creciendo dentro de mí.

La clase de Yoga Prenatal tiene un contenido simbólico a la vez que práctico: es una metáfora de un parto natural.

La clase de Yoga Prenatal tiene un contenido simbólico a la vez que práctico: es una metáfora de un parto natural (agradeciendo la posibilidad de poder tener un parto asistido en las situaciones en las que es necesario tenerlo).

Tomar confianza con nuestro cuerpo ya algunos meses o semanas antes del parto, y de esta forma tan femenina, tan adaptada a la transformación que estamos viviendo, nos da más confianza en nosotras mismas, nos empodera, normaliza el momento del parto, como parte fisiológica y natural de la vida de una mujer.

Es por eso que cualquiera sea el tipo de ejercicio: yoga, pilates, fitness, o simplemente ponerte una playlist que te inspire en tu sala de estar y bailar, te invito a moverte al ritmo de tu respiración, a confiar en tu intuición: tu cuerpo es sabio.

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